martes, 29 de julio de 2014

Y si se firma la paz, ¿qué pasa con los Parques Nacionales?

Las reservas naturales del país representan el 11% del territorio colombiano donde viven por lo menos 93.000 campesinos, colonos, negros e indígenas. Unas 14 millones de hectáreas que se han blindado de los grandes proyectos productivos y del desarrollo mismo para garantizarle a los habitantes del país el aire limpio que respiran, la calidad el agua que consumen y el cuidado de su biodiversidad.
Pero en gran parte de esas reservas también se ha colado por años el conflicto armado. Algunos parques como Paramillo, Las Hermosas, Katios y la Macarena han sido la casa de guerrilla, cultivos ilícitos, laboratorios para fabricar coca y de campamentos donde duermen secuestrados.
¿Qué sucederá con estas áreas protegidas si se llega a firmar un proceso de paz con las Farc en la Habana?, fue la pregunta que intentaron resolver algunos expertos y autoridades del gobierno durante el II Congreso Nacional de Áreas Protegidas, convocado en Bogotá por la Unidad de Parques Nacionales.
Para Julia Miranda, la directora de Parques Nacionales, es necesario que, de firmarse la paz, el Estado centre su atención en entregarle protección a la población que está dentro de los Parques, "esos campesinos han sido invisibles para el Gobierno. No tienen acceso a servicios básicos, sus hijos no va a las escuelas, tampoco cuentan con atención en salud y muchos no tienen papeles que los declaren dueños de tierras. Se tiene que regular la tenencia de la tierra fortaleciendo la propiedad y adecuando más los parques para que estas personas puedan trabajar en ecoturismo".
Sumadas a todas las dinámicas que rodean el conflicto armado, las reservas naturales del país también están siendo deterioradas por actividades como la minería ilegal, la extracción de otros recursos no renovables, ganadería extensiva y tala. Partiendo de esto, el viceministro de Ambiente Pablo Vieira cree que en primer lugar el Estado debería adelantar una limpieza y recuperación de estas áreas vulneradas, "pero esto sólo se logra entregándole a los habitantes de los parques alternativas productivas reales para que puedan salir y vivir tranquilamente".
En el posconflicto, continúa Pablo Vieira, "el tema ambiental va a ser transversal. Sabemos que así como van a desaparecer ciertas presiones van a aparecer otras debido a que va a ser más fácil acceder zonas del país a las que antes era imposible y el gobierno tiene que prepararse para eso", menciona al hacer referencia a la posible expansión de todo tipo de industrias hacia territorios hasta ahora deshabitados.
Pero algunos, como el senador Juan Lozano, creen que con el poco presupuesto que el país invierte en la Unidad de Parques Nacionales será muy difícil estar preparados para atender nuevos conflictos. "El Estado ha sido miserable con Parques Nacionales en su asignación presupuestal. Nos tiene que dar tristeza que los impuestos destinados a la protección de las reservas sean tan insuficientes. Es hora de reabrir el debate sobre los impuestos verdes", dijo en el foro.
Según datos oficiales el presupuesto del Sistema de Parques Nacionales no alcanza a ser el 1% del presupuesto Nacional. Solo en 2013 su directora aseguró que trabajaba con $56.000 millones cuando necesitaba al menos $151.000 millones más.
Ante esta realidad el ministerio de Ambiente cree que es necesario atraer más inversión de parte de las empresas a la conservación, recursos que permitirán idear estrategias para gestionar las reservas una vez salgan de allí los grupos armados. "Hay que quitarle a ese sector algunos incentivos perversos y atraer recursos de las regalías para el mantenimiento de las áreas protegidas. Las regalías son impuestos que se pagan por actividades que vulneran el medio ambiente y no es posible que ese dinero no esté contribuyendo a la conservación", dice el viceministro Viera.
A este debate se suma Julio Carrizosa, ambientalista y miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Para el académico el país debería destinar el 100% de los impuestos de regalías en encontrar, por medio de la investigación científica, alternativas energéticas que a futuro le permitan al país prescindir de la extracción de oro, carbón o petróleo.
Pero, insiste el académico, el debate sobre posconflicto y áreas protegidas no puede centrarse solamente en temas económicos. "La vida no solo es producir. Hay que preguntarnos en cómo vamos a aprovechar esas reservas para vivir mejor. La nación necesita espacios para recrearse, el posconflicto los necesita".
En el mismo sentido Brigitte Baptiste, directora del Instituto Alexander Von Humboldt cree que se deben encontrar estrategias más exitosas para lograr que los colombianos se interesen por sus áreas protegidas. "No hemos podido convencer a la gente de que estas áreas los llenan de beneficios, les traen bienestar, salud ¿dónde está la educación ambiental?. La Unidad de Parques Nacionales requiere tener una jerarquía mayor, no solo para estar más presente en las regiones sino para motivar a que los gobiernos locales incorporen la conservación a sus planes de gestión. Son muchos parques y sus realidades y conflictos también muy distintos. Cada uno deberá idear la manera de asumir la firma de la paz".
@angelicamcuevas

http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/y-si-se-firma-paz-pasa-los-parques-nacionales-articulo-505012

Empresarios, los nuevos ambientalistas.

Las empresas son los actores más importantes de la economía porque son responsables del 60% del PIB mundial y generan el 70% de los empleos del mundo. Su cambio a nivel internacional es esencial para asegurar un futuro sostenible y combatir el cambio climático. 

 El panorama internacional El cambio climático no es solamente un problema científico o estatal. Es también un problema empresarial. Un estudio reciente elaborado por el científico estadounidense Richard Heede, del Climate Accountability Institute, concluyó que casi dos tercios (63%) de las emisiones de metano y dióxido de carbono industrial en el mundo se pueden atribuir a 90 empresas. Esto significa que si 90 gerentes del mundo se reúnen y cambian sus modelos productivos, el camino será más corto y sencillo para resolver el problema del cambio climático. El trabajo de Heede, publicado en la revista Climatic Change, analizó las emisiones acumuladas entre 1854 y 2010. El listado lo encabezaron empresas estatales, como la rusa Former Soviet Union, con 8,94% de las emisiones globales, seguida de China (carbón y cemento, 8,56%), Chevron Texaco (3,52%) y ExxonMobil (3,21%). Ecopetrol ocupa el puesto 59, con un 0,12% de las emisiones globales. Este pequeño porcentaje de empresas contempla a las grandes productoras de combustibles fósiles (gas, petróleo y carbón) y a las empresas de energía y cemento. Por eso, si el objetivo antes de fin de siglo es que la temperatura no suba dos grados, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) aseguró que ocurriría, dos tercios de las reservas de estos combustibles deberán permanecer bajo tierra. Para esto es necesario contar con el apoyo de las grandes multinacionales que demandan esa energía, más que con el de las que la producen, porque detrás de las emisiones en los sectores de energía, agricultura y residuos también hay empresas. De acuerdo con el mexicano Alberto Carrillo, director de vinculación empresarial de la iniciativa global de clima y energía de WWF, “las estadísticas muestran dónde se generan las emisiones, pero no quiénes las demandan”. Por eso, si se mira la demanda de las empresas a los combustibles, el panorama es distinto. Para el experto, se necesitan “marcos regulatorios, desincentivar el uso de combustibles fósiles, facilitar el uso de energías alternas y cambiar los patrones de consumo, como el transporte”. ¿Cuál es la responsabilidad de las empresas colombianas? La Segunda Comunicación de Cambio Climático reveló que Colombia emite sólo el 0,37% de los gases de efecto invernadero en el mundo. De ese porcentaje, el inventario nacional de gases de efecto invernadero informó que la industria en Colombia emite el 12%. Según Adriana Soto, exviceministra de Medio Ambiente, “es un porcentaje muy pequeño, como para concentrarnos en esto, pero eso no quiere decir que, como emitimos muy poco, sigamos emitiendo. Primero, puede resultar una ventaja en términos de buenas prácticas y, segundo, se puede abrir una opción de mercado en baja huella de carbono”. De acuerdo con la dirección de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el impacto general de nuestras acciones se puede medir en tres huellas: de carbono, ecológica e hídrica. Hasta ahora, reducir la huella de carbono, es decir, la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero, es una tarea voluntaria para las empresas. El Gobierno no las obliga. Como explicó Ricardo Lozano, exdirector del Ideam, la huella de carbono es un índice que mide “el registro que dejamos sobre el planeta cuando hacemos uso de los recursos naturales y energéticos”. Lozano explicó que las empresas no deben quedarse solamente en medir este índice: deben cumplir la normatividad y los estándares ambientales de cada país. Incluso, muchas de ellas van más allá de estos estándares y es allí donde se debe medir su comportamiento. Para Carlos Herrera, vicepresidente de desarrollo sostenible de la Andi, no se trata de un tema voluntario únicamente porque no haya ley que lo exija y “la responsabilidad social es un tema de sostenibilidad y de estrategia de negocio de las empresas. Muchas empresas están trabajando en innovación de sus productos para ser más eficientes”. De hecho, Santiago Madriñán de la Torre, presidente del Consejo Empresarial Colombiano para el Desarrollo Sostenible (Cecodes), explicó que medir la huella de carbono a nivel empresarial es útil porque “induce a las empresas a ser más eficientes en energía, puede ser un aliciente para la innovación, y así encuentran oportunidades de hacer compensaciones y se les atribuye reputación”. Muchas de las acciones contribuyen a hacer empresas más competitivas, pues muchas entidades son jugadores internacionales y apoyan las iniciativas globales. De modo que, si la huella de carbono es muy alta en los productos, van a tener una restricción a futuro, por presiones de gobiernos y consumidores. “No ser carbonoeficientes es recesivo y vuelve lenta la economía si pensamos en un mercado internacional”, aseguró Soto. La exviceministra también comentó que nadie ha puesto los ojos en el transporte, un sector que emite el mismo porcentaje que la industria (12%), pero tiene un impacto directo en la salud humana. “Las emisiones del sector de transporte matan más gente y enferman más que las de la industria”. Actualmente, 6.000 personas resultan afectadas al año y de ellas 1.100 son niños. La Estrategia Colombiana de Desarrollo Bajo en Carbono (ECDBC) busca priorizar el transporte porque genera más cobeneficios: se reducen las emisiones y se salvan más vidas. La posición de Rodrigo Suárez, director de Cambio Climático, en cuanto a mitigación es que “buscamos promover la carbonoeficiencia bajo un enfoque de desarrollo de los sectores. Invitamos al sector industrial a que implemente medidas de mitigación de cambio climático, que bajo los estudios que hemos realizado con la Estrategia Colombiana de Desarrollo Bajo en Carbono sabemos que les representan beneficios económicos que pueden impulsar la competitividad y productividad del sector sin dejar de lado la sostenibilidad”. El ADN corporativo Entonces, el nuevo ADN corporativo es la misión y la visión de la empresa orientada a menguar los impactos del cambio climático. No es una cuestión de simples unidades dentro de las empresas que llevan el rótulo de “responsabilidad social empresarial”. Tanto en EPM como en ISAGEN se comprometieron con la iniciativa Caring for Climate de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y asumieron el reto de desarrollar acciones para disminuir la huella de carbono, promover la adopción de esta iniciativa entre grupos de interés y aportar al desarrollo de políticas públicas y mecanismos que contribuyan a disminuir los efectos del cambio climático. Las empresas son una alternativa para reducir los costos y cambiar las condiciones ambientales. Podrían promover un escenario donde habría más ganadores que perdedores. De acuerdo con Juan Camilo Cárdenas, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, el cambio climático es una externalidad negativa y positiva. “Es negativa cuando hay perdedores (la gente pierde sus tierras o casas porque se sube el nivel del mar o aumentan los desastres naturales); puede ser una externalidad positiva para quienes aumentan sus tierras cultivables en las zonas que se calientan, más cercanas a los polos. Neto, al final, existen más pérdidas que ganancias”. Si las empresas migran a sistemas productivos más sostenibles “en la gran mayoría de casos, tras hacer un ejercicio de huella de carbono, encontrarán un universo de oportunidades ‘gana-gana’ que les reducen costos de producción, les generan nuevas oportunidades de negocios, les permiten diferenciarse en el mercado y contribuir a mitigar el cambio climático”, remató Suárez. La búsqueda debe ser una economía sostenible que les dé cabida a nuevas tecnologías y que lleve en su sangre, en su sistema circulatorio, el ADN ambiental. 

 mbaena@elespectador.com @mapatilla

Consumo de carne bovina es 10 veces más costoso para el ambiente, según estudio La producción de carne porcina o de aves, los huevos y los lácteos mostraron costos ambientales similares.

El ganado bovina demanda veintiocho veces más tierra y once veces más irrigación que los porcinos y las aves, y una dieta con su carne es diez veces más costosa para el ambiente, según un estudio que publica este lunes Proceedings of the National Academy of Sciences. El estudio lo dirigió Ron Milo del Instituto Weizmann de Ciencia, en Rehovot (Israel), con la colaboración de investigadores del Centro Canadiense de Investigación de Energías Alternativas, el Consejo Europeo de Investigación, y Charles Rotschild y Selmo Nissenbaum, de Brasil. El equipo observó las cinco fuentes principales de proteínas en la dieta de los estadounidenses: productos lácteos, carne bovina, carne de aves, carne de porcinos y huevos. El propósito era calcular los costos ambientales por unidad nutritiva, esto es una caloría o gramo de proteína. La composición del índice encontró dificultades dada la complejidad y variaciones en la producción de los alimentos derivados de animales. Por ejemplo, el ganado que pastorea en la mitad occidental de Estados Unidos emplea enormes superficies de tierra pero mucha menos agua de irrigación que en otras regiones, mientras que el ganado en corrales y alimentado con ración consume, principalmente, maíz que requiere menos tierra pero mucha más agua y fertilizantes nitrogenados. La información que los investigadores usaron como base para su estudio provino, mayormente, de los bancos de datos del Departamento de Agricultura. Los insumos agropecuarios que tomaron en consideración incluyeron el uso de la tierra, el agua de irrigación, las emisiones de los gases que contribuyen al calentamiento atmosférico, y el uso de fertilizantes nitrogenados. Los cálculos mostraron que el alimento humano de origen animal con el costo ambiental más elevado es la carne bovina: diez veces más alto que todos los otros productos alimenticios de origen animal, incluidos carne porcina y de aves. "El ganado requiere, en promedio, veintiocho veces más tierra y once veces más agua de irrigación, emite cinco veces más gases y consume seis veces más nitrógeno que la producción de huevos o carne de aves", señala el estudio. Por su lado la producción de carne porcina o de aves, los huevos y los lácteos mostraron costos ambientales similares. Los autores se mostraron sorprendidos por el costo ambiental de la producción de lácteos, que se considera en general menos onerosa para el ambiente. Si se toma en cuenta el precio de irrigación y los fertilizantes que se aplican en la producción de la ración que alimenta al ganado vacuno para ordeñe como asimismo la ineficiencia relativa de las vacas comparadas con otros bovinos, el costo ambiental de los lácteos sube sustancialmente. 

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Huila se está adaptando al cambio climático Es el primer departamento de Colombia en prepararse de manera temprana para el clima del futuro.

Ayer fue el lanzamiento del “Plan Huila 2050: preparándose para el cambio climático”, una radiografía del departamento que mira las vulnerabilidades y busca actuar de acuerdo con ellas. Claudia Martínez, coordinadora del plan y directora de E3 (Ecología, Economía y Ética) dijo que “Huila es el primer departamento que ha decidido hacer un desarrollo compatible con el clima. Este es un plan que empezó a invertir en temas reales, pues es una región muy rica y a la vez muy vulnerable al cambio climático”. Las proyecciones del Ideam para el Huila mostraron dos amenazas concretas: un incremento de 2 °C en la temperatura para el año 2040 y una disminución de hasta el 30% en la precipitación. Para adaptarse a estas circunstancias, el plan propone cinco ejes. El primero y más importante es asegurar el manejo de su riqueza hídrica, por ser el departamento donde nace el río Magdalena, la columna vertebral de agua de Colombia. El segundo, garantizar los servicios ecosistémicos que protegen los bosques y la biodiversidad. El tercero, hacer que las tierras y los productos agrícolas sean resistentes y productivos al clima con la implementación de sistemas silvopastoriles y prácticas inteligentes en los cultivos de café. El cuarto, generar opciones energéticas limpias con fuentes renovables de energía, como la biomasa proveniente de los desperdicios de cultivos como el café y el arroz, al tiempo que se aprovecha la energía solar y la eólica. Por último, lograr que los municipios, sus ciudades, pueblos y barrios sean cada día más resilientes, es decir, flexibles al cambio climático, con opciones innovadoras para generar empleo. El plan fue el resultado de dos años de trabajo y contó con la colaboración de diferentes entidades internacionales, nacionales y regionales, como la Gobernación, la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM) y el Programa de Carbono Forestal, Mercados y Comunidades (FCMC) de Usaid. 

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lunes, 28 de julio de 2014

Comemos veneno: “El cáncer, la infertilidad y la diabetes son por la comida”

Comemos veneno: “El cáncer, la infertilidad y la diabetes son por la comida” 28/07/14 Por Iván Gil “Llevará muchos años descontaminar las tierras y las aguas subterráneas hasta poder producir alimentos sanos”. “El aumento de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y el cáncer está directamente relacionado con los alimentos que comemos. Las hormonas sintéticas presentes en los fertilizantes y pesticidas que entran en contacto con la comida son muy peligrosas para la salud y no suelen detectarse en los análisis toxicológicos, por lo que se invalida el principio de que la ‘dosis hace el veneno’”. Con esta advertencia a modo de carta de presentación, la galardonada documentalista y periodista Marie-Monique Robin nos introduce en el mundo de la agroindustria, su campo de investigación desde hace más de una década, y sobre el que versa su último ensayo: Las cosechas del futuro. Cómo la agroecología puede alimentar al mundo (Península). Una obra fruto del análisis comparativo de diversos sistemas de producción alimentaria que, en sintonía con otras anteriores como Nuestro veneno cotidiano y El mundo según Monsanto, cuestiona el mito de que el menor precio de los alimentos o de que el fin del hambre en el mundo solo son posibles mediante la producción industrial de alimentos. La principal novedad que aporta la autora gala con este último libro es que existe una alternativa demostrable, “más sobresaliente de lo que creía antes de iniciar la investigación”, y que se llama agroecología. La transición de la agroindustria a la agroecología todavía es posible, explica Robin, pero aun existiendo la voluntad política necesaria para propiciar los cambios legislativos que la permitan, “llevará muchos años descontaminar las tierras y las aguas subterráneas hasta poder producir alimentos sanos”. Es por ello que urge, en primer lugar, limitar el uso de pesticidas y transgénicos. “América Latina en general es mucho más permisivo que la Unión Europea con el cultivo de Organismos transgénicos y la comercialización de otras sustancias tóxicas, como el bisfenol A que en otros lugares como Francia está prohibido”. Una permisividad, alerta la autora gala, con unas consecuencias más que visibles: “Las parejas españolas son las que más problemas tienen de infertilidad en toda Europa, al afectar a una de cada cuatro”. Al mismo tiempo, los cánceres de cerebro y la leucemia están creciendo a un ritmo anual del uno al tres por ciento entre los niños, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ponen también de relieve el auge del origen fetal de las enfermedades en la edad adulta (presuntamente por el tipo de alimentación de la gestante). “La propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ya se está dando cuenta de estas consecuencias y reconociendo las deficiencias del principio toxicológico de que 'la dosis hace el veneno’ debido a las indetectables hormonas sintéticas, como demuestra la mayoría de literatura científica sobre esta cuestión”, apunta Robin. El cenit del petróleo lo será también de la comida barata Tradicionalmente se ha relacionado el bajo costo de los alimentos con los monocultivos, el uso de pesticidas y fertilizantes para reducir las plagas, así como otras técnicas modernas de producción a gran escala. Sin embargo, Robin afirma que “los precios de los alimentos que compramos en el supermercado son completamente falsos porque no incluyen los costos directos ni los indirectos”. Los gastos derivados del tratamiento de las aguas contaminadas, del pago de las tasas por los gases de efecto invernadero, de las subvenciones (para el gasóleo, para exportar o directamente de la Política Agraria Común de la UE), así como de los sistemas públicos de salud, por el aumento de enfermos crónicos, son algunos de los costos asociados a la agroindustria que no se incluyen el precio de origen. “Si sumamos todos estos costos a los productos en origen, su precio subiría y serían más caros que los ecológicos”. Además, añade Robin, más de la mitad del precio está inflado por los intermediarios y el retatil. Una realidad de la que no estamos muy lejos, según la autora gala, para quien antes o después tendrá que dispararse el precio de la comida, ya sea por el fin de las subvenciones, por la creciente especulación bursátil con las materias primas en los mercados de futuro, o por el no menos inminente encarecimiento de los combustibles fósiles como el petróleo y el gas, debido a su cenit. Los productos químicos utilizados en la agroindustria se elaboran a partir de petróleo y gas, por lo que un aumento en el precio de estos recursos, junto a la escasez de agua, pondría a la agroindustria en la encrucijada. “Esta es la gran debilidad de las industrias alimentarias. Se sustentan sobre un modelo que depende de los combustibles fósiles, y está claro que el precio de éstos será cada vez mayor, por lo que el de los alimentos será parejo. No tiene sentido que la alimentación en el mundo dependa de la producción de petróleo en una región tan convulsa como es Oriente Medio”, lamenta Robin. Alimentos saludables en un mundo sostenible Las perniciosas consecuencias para la salud y el medio ambiente de la agricultura industrial, así como la crónica de una muerte anunciada que Robin comenzó a describir antes incluso de que se produjesen las primeras crisis alimentarias en Latinoamérica (relacionadas con los biocarburantes) han llevado a la francesa a recorrerse el mundo en busca de alternativas ecológicas. Después de estudiar diferentes técnicas agroecológicas pudo comprobar que su rendimiento puede ser mayor que con técnicas propias de la agroindustria. “Muchas veces, cuando hablamos de agroecología pensamos que se trata de volver a las técnicas empleadas por nuestros abuelos. No es así, se trata de prácticas mucho más complejas que dependerán de la zona geográfica donde se desarrollen, del tipo de cultivo o del tipo de tierra”, explica la autora. Sin embargo, Robin sí pudo comprobar que todos ellos coincidían en un principio básico: la complementariedad. “Se trata de un principio común mediante el que se busca complementar la biodiversidad del medio, mediante rotación de cultivos o interfiriendo en los ciclos biológicos de los insectos, para prevenir plagas y aumentar la producción”. La demanda de productos ecológicos por parte de los consumidores ha aumentado proporcionalmente al deterioro de la cadena alimentaria, “pero la oferta todavía no llega para abastecerlos a todos”, apunta Robin. Para hacerla extensiva a todo el mundo no llega con la concienciación del consumidor, que al fin y al cabo es el que más poder detenta con sus decisiones de compra, sino que se necesitan medidas políticas concretas. Entre las propuestas más urgentes para facilitar el cambio, la periodista cita “la prohibición de la especulación con alimentos, el fomento de la soberanía alimentaria mediante una férrea protección de los mercados y agricultores locales, y el acortamiento de las cadenas de distribución buscando conexiones directas entre consumidores y productores”. Solo mediante la eliminación de intermediarios y vendedor final, explica la francesa, el precio de los alimentos orgánicos se reduciría hasta en un 90%. Las bases para posibilitar un cambio de modelo están puestas “desde hace muchos años”, pero de no iniciarse una pronta transición, advierte Robin, “no podremos anticiparnos a las crisis alimentarias que resurgirán en cualquier momento”. Ecoportal.net El Confidencial http://www.elconfidencial.com/

“La salud no lo es todo pero sin ella, todo lo demás es nada.” Schopenhauer.

La alimentación está considerada como un segmento importante que ocasiona problemas sobre la salud de las personas. Los últimos cambios en los hábitos alimentarios que ha sufrido la sociedad en los últimos años y la composición de los alimentos, ha desembocado en una serie de enfermedades crónicas tan graves como hipertensión, obesidad, diabetes o cáncer entre otras muchas. En la sociedad actual, la mayoría de las personas no le dan la suficiente importancia a la alimentación y piensan que todo lo que compran es bueno para comer. No tienen en cuenta, ni tienen conocimiento sobre: grasas trans, alimentos transgénicos, refinados, etc. Palabras y nombres que deberían de estar en el vocabulario de los ciudadanos como los números en las matemáticas. Sin tener ningún conocimiento, los ciudadanos vamos al supermercado y llenamos el carrito de la compra de todo tipo de “alimentos”, cuando ni tan si quiera lo son. Estos contienen pocos nutrientes y tóxicos, que si bien son pocas las cantidades de estos, si se van sumando diariamente son muy peligrosos. El problema de nuestra sociedad actual, es que está inmersa desde hace años en los procesos de la industrialización y de la rentabilidad empresarial. Además, con la llegada de la actual crisis, esto se ha incrementado: las empresas intentan rentabilizar todo lo posible, produciendo alimentos cada vez más baratos, de peor calidad y a su vez más perjudiciales para la salud de las personas. De lo que se come se cría… En la agricultura se emplean técnicas y productos para forzar a la tierra a producir vegetales por medio de sustancias químicas, para sacarle mayores rendimientos a las cosechas, obteniendo así productos conteniendo tóxicos y con una baja proporción de nutrientes. Lo mismo ocurre con la producción de alimentos procedentes de los animales, si un animal come alimentos con sustancias tóxicas o poco apropiadas para su biología, su productos (carne, leche, huevos) tendrán tóxicos. Hoy día se han dado numerosos casos y escándalos relacionados con este tipo de problemáticas, relacionadas siempre al uso de sustancias químicas en la producción de alimentos. La sociedad ya no está al margen de todo esto, y ya tienen en conocimiento todos estos casos, además de ver como día tras día aumentan los casos de enfermedades relacionadas con lo que comemos. Para evitar todo esto, es necesario buscar una Alimentación Natural, también llamada ecológica, orgánica o biológica. Donde todos los alimentos estén libres de sustancias químicas y donde la producción y manipulación de los alimentos ha sido de manera natural, respetando el medio ambiente, el bienestar animal y la fertilidad de la tierra. Hoy día ya se pueden encontrar en los supermercados alimentos sin refinar, alimentos integrales, endulzantes naturales, alimentos ecológicos,… en definitiva, alimentos que no han sido tratados con sustancias químicas. Por tanto, es necesario que la sociedad actual cambie de forma radical y crezca la tendencia a una alimentación saludable y natural. Solo así podremos evitar todo lo descrito anteriormente. Es el momento de que adultos y mayores, comencemos a demostrar y enseñar a nuestros jóvenes e hijos que es lo que más valor existe en el mundo: la vida. 

 http://cultivasalud.com/

jueves, 17 de julio de 2014

La última gota del vaso

Insaciables. El planeta industrializado y la población que se multiplica no dejan una gota libre: hacen las veces de un gigante sediento. Si a esto se le suma el cambio climático, tenemos el complemento que nos está llevando a la crisis del agua de la que ya se ha empezado a hablar con fuerza, y que será la más grande de nuestra era. Se acabaron los tiempos en los que se creía que el agua era infinita. Cuando los sociólogos dicen que vivimos en una sociedad líquida, definitivamente no se refieren a que tenemos superávit de agua. Más bien, nos estamos secando y, sin pretender ser alarmistas, la hidrocalipsis es inminente. Dentro de quince años el 40% de la población mundial vivirá en áreas de alto estrés hídrico. Se calcula que para el 2055 aproximadamente 170 millones de personas en América Latina sufrirán escasez de agua. Sin necesidad de proyectarse tan lejos, la cifra de personas que actualmente no cuenta con el servicio de agua y desagüe en el Perú es bastante alta: más de 7 millones, según la Defensoría del Pueblo. Si las resoluciones no fueran letra muerta esta realidad sería cosa del pasado, porque desde hace cuatro años el agua se considera un derecho humano, consagrado en una tensa reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la que, a fuerza de convencimiento y tenacidad, 161 países votaron a favor. Un efecto de este acuerdo es que no se le puede negar el derecho a los que no puedan pagarlo. El Estado tiene la obligación de poner agua y desagüe donde no haya. Este derecho debe estar incorporado en todas las Constituciones. Se trata de una lucha que tiene más de 15 años. Uno de los que más hizo por darle a este servicio dicha categoría fue el embajador boliviano ante las Naciones Unidas, Pablo Solón. Y fue una pelea estresante - hablando hídricamente - porque la oposición movía montañas. Los que se opusieron argumentaron que el mundo no estaba preparado para dar ese paso. Algunos querían que la resolución se parafrasee de otra manera para restarle fuerza. El Mahoma que mueve las montañas es el World Business Council for Sustainable Development, una organización conformada por 300 miembros que reúne cada tres años a expertos y gobernantes para establecer políticas globales y de financiamiento. Está integrado por corporaciones de agua e ingeniería, asociaciones de la industria del agua y bancos de inversión. Su ex presidente, Loïc Fauchon, es dueño de Suez y Veolia, dos de las más grandes empresas de agua que poseen más de dos tercios de las operaciones privadas en todo el planeta. Otra es la International Federation of Private Water Operators (Aquafed), y la recientemente creada Water Resources Group, que ha recibido fondos por 1 millón y medio de dólares, y que asocia a grupos públicos y privados, así como a las empresas Nestlé y Coca Cola. Estas dos, además de la Pepsi Cola, son objeto de fuertes críticas por su explotación y tratamiento del agua. Actualmente colisionan dos posiciones antagónicas que están en el centro de la polémica. La primera promueve la privatización del servicio, mientras que la segunda sostiene que el agua no debe volverse una mercancía negociable en el mercado. Según Maude Barlow, especialista en el tema y autora del libro Futuro azul: “Existe un cártel que busca controlar las fuentes de agua en el mundo. Hay ‘señores del agua’ que presionan a los líderes políticos que se hacen de la vista gorda y promueven el crecimiento desmedido, el comercio desregulado y la libre actuación de las transnacionales que no tienen reparo en destruir las fuentes de agua.” La tesis que sostienen las organizaciones que se oponen a este modelo es que el Banco Mundial ha convencido a los países pobres de contratar a empresas privadas de agua, haciendo que el recurso se vuelva propiedad privada de las empresas corporativas que pueden comercializarla. Dicho banco continúa financiando proyectos privados en vez de potenciar los servicios públicos. Una cuarta parte de los fondos que destina va directamente a corporaciones del sector privado, pasando por encima de los gobiernos. “Este modelo comercial implica que los individuos deben pagar el costo total del servicio con el criterio de que el agua debe tener un precio, en vez de buscar fondos que subsidien su verdadero costo”, afirma Barlow. Sin embargo, según Luis Isarra, secretario general de La Federación Nacional de Trabajadores del Agua Potable del Perú (FENTAP), en el caso peruano es el Gobierno el que es más papista que el Papa: “El Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo ya no condicionan sus préstamos a que el servicio del agua esté a cargo de un operador privado. Nosotros nos hemos reunido con su gente y nos dijeron que si un préstamo venía con cláusulas de concesión era porque se incluían desde Perú. Y, más bien, han sacado publicaciones en las que manifiestan que el fracaso de privatización en el mundo es total, además de un costo social muy grande. Por eso están entregando recursos económicos sin condicionar la privatización”. Otras discusiones que están en el candelero se refieren al uso del agua para consumo humano e industrial. ¿Los que usan el agua para cubrir sus necesidades básicas deben pagar las mismas tarifas que los que, además, la usan para llenar sus piscinas? ¿Por qué el agua para la agricultura, industria y minería es tan barata, teniendo en cuenta de que se trata del 70% al 90% del agua del mundo? ¿Por qué el bombeo y la extracción de agua subterránea es una práctica que se ha duplicado en los últimos 40 años? En Europa se está cuestionando mucho el desperdicio del agua, alertados por el calentamiento del planeta y la inminente crisis que se avecina. Se habla ahora de dos conceptos: agua virtual y huella hídrica. El primero tiene que ver con sembrar en los lugares donde hay abundante agua y vender donde no la hay. La huella hídrica hace referencia a la cantidad de agua que se requiere para producir un producto. Por ejemplo, en una taza de café no solo se emplea los 2000 ml de la tacita, sino todo lo que implica procesar el grano. La aplicación de estos dos conceptos debería replantear la manera de hacer agricultura. Después de la votación que consagró el agua como derecho humano, aparecieron las contradicciones que se dan cuando se pasa del dicho al hecho. Por ejemplo, Chile votó a favor de la resolución en la Asamblea General de la ONU, pero sus tarifas son las más altas de América Latina. En 1981 el gobierno militar otorgó derecho perpetuo para administrar el sistema de aguas a ciertas corporaciones, y esto quedó oleado y sacramentado en su Código de Aguas. Según Barlow: “En Chile un puñado de corporaciones, la mayoría extranjeras y del sector exportador, han concentrado la propiedad del agua. Tres compañías son dueñas del 90% de los derechos para generar energía a nivel nacional. Esto ha creado tensión entre las comunidades y las compañías”. En Antofagasta, la minería consume mil litros por segundo, y las empresas poseen el 100% de los derechos de agua del subsuelo. Patricia Jones es directiva del Unitarian Universalist Service Committee de Estados Unidos. Manifiesta que hasta el 2012 el derecho humano al agua no estuvo en el marco jurídico de ese país. Cuando la gente no puede pagar el servicio se lo cancelan. Según las leyes norteamericanas, si no hay agua en una vivienda el Estado debe intervenir, y si hay niños viviendo en ella, debe entregarlos a instituciones estatales para que se hagan cargo de ellos. El Departamento de Salud puede ordenar el cierre de las viviendas en las que se haya cortado el servicio y, por si fuera poco, impedir el ingreso de sus propietarios. “Yo pienso que esa es una práctica brutal. Nosotros hicimos una campaña en la ciudad de Boston, donde se paga un promedio de 50 dólares por persona a la empresa pública de agua. Logramos que asuma una política sobre el derecho al agua. Ahora en Boston no pueden cortar el agua en los hogares donde hay niños o personas con enfermedades graves o discapacitadas”, añade. Hace poco han iniciado otra campaña para que las empresas asuman un tipo de tarifas que contemple los subsidios para las poblaciones más vulnerables y de menores ingresos. España, que fue otro entusiasta defensor de la resolución, promueve resorts turísticos y campos de golf que consumen grandes cantidades de agua. En ese país la industrialización, el crecimiento poblacional y el estilo de vida que fomenta el alto consumo generan los problemas. Los municipios elevan las tarifas para transportar y desalinizar el agua para el consumo, y les cortan el servicio a los que no pagan las boletas. En un reciente referéndum en Sevilla y Madrid se impuso mayoritariamente la posición de regresar a la gestión pública del agua. Las voces que plantean que la privatización como la única solución al caos son influyentes. Pero conforme se van acercando las campañas electorales el mantra privatizador baja su intensidad por tratarse de una propuesta anti popular Agüita, yaku, water Se puede afirmar que todavía la tendencia global se inclina hacia la corporativización de los servicios de agua. Los gobiernos siguen transformando sus empresas públicas en corporaciones en las que el Estado se queda con la mayoría de acciones, y se manejan por los principios de rentabilidad del sector privado. El ejemplo de Estados Unidos es interesante porque en ese país los pequeños operadores privados estaban organizados en federaciones corporativas. Pero en los últimos 40 años hubo un cambio: las empresas fueron compradas por grandes corporaciones como Suez y Veolia, y el panorama cambió radicalmente. Suez actualmente opera 90 empresas y brinda servicios a 5 millones de usuarios. Sin embargo, el lecho de flores se está llenando de espinas. En 1990 la privatización del agua parecía el negocio redondo de las multinacionales que ingresan a los mercados que antes estaban controlados por los propios estados. Una década después empezaron las desavenencias en muchos de los países donde estaban operando, sobre todo por la resistencia de la población al aumento de los precios y a la privatización, el incumplimiento o rescisión de contratos, y las pérdidas en los contratos. “Suez ha anunciado que recortará en un tercio las inversiones en los países ‘en desarrollo’, y Veolia está haciendo lo mismo; pero siguen intentando expandirse en China y en los países en el norte de África, Oriente Medio y Europa del Este, así como en la misma Unión Europea”, sostiene David Hall, investigador especializado en servicios públicos de la Universidad de Greenwich. Las empresas matrices están vendiendo varias de sus operadoras internacionales. Según Hill, el grupo alemán RWE ha declarado que venderá Thames Water, que ya se está desprendiendo de sus operaciones internacionales. La constructora francesa Bouygues ya vendió la mayoría de operaciones internacionales de SAUR, la tercera mayor empresa de agua de Francia, a inversores financieros. En este momento la estrategia es la retirada o la expansión selectiva. “ Debido a la oposición pública, la fluctuación de divisas y a la incapacidad de conseguir tasas de rentabilidad fiables, las grandes empresas se han visto obligadas a limitar sus pérdidas y riesgos, reduciendo las inversiones en los ‘países en desarrollo’. Así lo exigen los accionistas que no están dispuestos a aceptar una rentabilidad baja o de alto riesgo”, afirma el investigador. Rosa Pavanelly es una italiana que desde el año pasado ejerce el cargo de secretaria general de la Internacional de Servicios Públicos, una federación sindical que representa a 20 millones de trabajadores de 150 países. Ella es una convencida defensora del agua pública y de su gestión pública. Sostiene que en su país después de dos años de lucha, y de un referéndum en el que 97% de los ciudadanos apoyaron la decisión de acabar con la privatización del servicio, están logrando que las multinacionales del agua abandonen Italia. Hay una tendencia a regresar a la municipalización del agua. En Alemania, concretamente en Liepzig y Berlín, se hicieron consultas ciudadanas en las que la mayoría votó por el regreso a la gestión pública. Pavanelly afirma: “La calidad de los servicios no ha mejorado y las tarifas siguen subiendo. El privado solo quiere hacer lucro lo más rápido posible. En Paris, por ejemplo, se municipalizó el servicio, y en solo dos años la tarifa bajó a la mitad. La calidad ha mejorado y el gobierno local ha invertido en agua y saneamiento”. (¡Ulalá! Parece que nadie es profeta en su propia tierra). En América Latina el camino de Bolivia fue parecido al de Chile. En ese país se produjo un largo proceso de privatización del agua en los años 90, promovido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Las dos más grandes empresas de agua, la de Cochabamba y La Paz, fueron privatizadas. A las que estaban trabajando a pérdida se les repotenció para que entraran los operadores privados. Después se creó la Superintendencia de Servicios Básicos, el ente regulador. En el año 1997 la empresa La Paz-El Alto se le entrega en concesión a Aguas de Ilimani, subsidiaria de la francesa Suez, y Cochabamba a la estadounidense Bextel. El especialista boliviano, Julián Pérez, sostiene que el compromiso de Suez fue realizar en cinco años 72 mil nuevas conexiones en La Paz y en El Alto. Siete años después, en el 2005, el conflicto explotó en las calles porque la empresa no cumplió con el contrato: Realizó solo 52 mil conexiones, dejando a 200 mil personas sin agua. “Lo insólito es que la inversión para esas 52 mil conexiones vino del bolsillo de los ciudadanos de El Alto que pagaron 500 dólares por la instalación, que son 8 salarios mínimos, y quedaron endeudados porque les dieron créditos blandos”, afirma Pérez. Además, las tarifas se indexaron al dólar. Si éste subía, la tarifa también. La empresa tampoco instaló medidores, así que el que consumía y el que no, pagaba lo mismo. No se les ocurrió que debían instalar desagües, entonces en vez de extender la red de alcantarillado sanitario conectaron la que existía a los ríos de El Alto y a otros que desembocan en el Lago Titicaca. En otras palabras: no habían contemplado el traslado de los excrementos a una planta de tratamiento. La fuerza de la Federación de Juntas Vecinales de El Alto se hizo sentir, y el gobierno boliviano tuvo que iniciar las negociaciones para que la empresa francesa se fuera. El corolario de esta historia es: Más vale regular conocido que malo por conocer. Volvieron al sistema manejado por el operador público que por lo menos antes les había brindado agua, alcantarillado y desagüe fluvial. Otra compensación estatal fue la puesta en marcha de la tarifa solidaria a nivel nacional, por la que no hay aumentos para el que consume menos de 15 metros cúbicos al mes. Agua que has de beber (en el Perú) El agua potable todavía es un lujo citadino. Lima es un desierto y cada vez hay más edificaciones, pero no se están tomando medidas que logren mitigar este problema. La receta acá es la que está en camino a ser proscrita en los países que hemos mencionado: la administración privada del agua. Existe a nivel nacional, desde hace mucho tiempo, un cuestionamiento a la mala gestión de Sedapal. La FENTAP es una de las organizaciones sindicales más grandes del país, un muro de contención que está resistiendo el huayco. “¿Pero por cuánto tiempo más?” – se pregunta Isarra. “Se ha aprobado la ley 30045, de ‘modernización’, por la cual se estarían privatizando todas las empresas de agua, mientras que en el mundo existe una vuelta a la municipalización del agua”, agrega. Las voces que plantean que la privatización como la única solución al caos son influyentes. Pero conforme se van acercando las campañas electorales el mantra privatizador baja su intensidad por tratarse de una propuesta anti popular. La prueba está en que, a pesar de todos los temores y de las grandes presiones que existen alrededor, ningún gobierno se ha atrevido a privatizar Sedapal. La única experiencia de privatización , desastrosa por cierto, se inicia en julio de 2005 en Tumbes. A escasas horas de que Alejandro Toledo deje la presidencia y Carlos Bruce el Ministerio de Vivienda, Proinversión entregó en concesión a la empresa argentina Atusa la administración del agua en ese departamento. El próximo año se va a cumplir una década de esta primera experiencia de gestión privada, y la gente se sigue quejando de que el agua sale de manera intermitente o que solo sale algunos días. La empresa no ha cumplido con las conexiones que prometió y las tarifas se han disparado. En los últimos años ha sido amonestada seis veces por la Sunass. El modelo no resultó tan modélico como habían prometido. En Tumbes se decía que el Estado no tenía recursos para invertir y que se necesitaba capital fresco. “El gobierno peruano gestionó 8 millones del banco alemán KFW, otros 8 millones fueron donados por ese mismo banco que se los entregó al operador, y el BCR sacó otra partida. De manera que se hizo un bolsa de 28 millones que le entregaron a Atusa. Ellos debían cumplir 8 o 9 compromisos del contrato de concesión. De esos solo han cumplido uno que es el incremento de tarifas. Este proceso ya debió revertirse. La gente de Tumbes se sigue muriendo de sed. Ha sido un fracaso total”, refiere Isarra. Pero lejos de quitársele la concesión por incumplimiento de contrato, se está pensando replicar esta experiencia en otros lugares: el gobierno nacionalista ha abierto esa posibilidad con la promulgación de la ley 30045 de modernización de los servicios de saneamiento. En el Perú actualmente existen en actividad 50 empresas de agua: 48 municipales, una pública (Sedapal) y una privada. Con la nueva ley se busca quitarle poder a los alcaldes, creando el Organismo Técnico de la Administración de los Servicios de Saneamiento (Otass),supeditado al Ministerio de Vivienda, que se encargará de la vigilancia de la administración del recurso hídrico. (Antes esta decisión recaía sobre los alcaldes quienes, de común acuerdo, le entregaban a Proinversión la empresa de agua para que este organismo se lo entregue a una empresa privada. Ahora quien tendría esta responsabilidad sería la Otass) Este nuevo organismo también recorta las funciones de la Sunass, que es autónomo. Lo presidirá un representante del Ministerio de Vivienda y lo integrará un representante de la PCM y otro de la Sunass. Sus críticos advierten que se trata de una recentralización. Pero el gran problema de la ley se encuentra en el artículo 37, en el que se señala que se van a promover a las empresas público- privadas. La FENTAP sostiene que ello implica abrirle las puertas a la privatización. “Se ha hecho de manera inconsulta, no han participado los alcaldes que de acuerdo a la Constitución tienen que ver con el saneamiento en el país. No han participado las empresas de agua, no han participado los usuarios, ni tampoco lo trabajadores. Se ha aprobado el reglamento y está por aplicarse. Debería llamarse ley de privatización de las empresas de agua que son en este momento públicas y municipales. Lo que no hizo Fujimori lo está haciendo este gobierno”, denuncia Luis Isarra. Entonces, si la privatización no es el camino, ¿por dónde está la solución? ¿La inversión estatal es una idea anacrónica y absurda? La gente de la FENTAP es consciente que las cosas no pueden seguir por el mismo camino. Su propuesta no es dejar el modelo tal cual, para que la empresa estatal sea abandonada a su suerte -carcomida por la burocracia y la ineficiencia, a pesar de la buena voluntad de sus nuevos directivos - mientras que de forma paralela se ensayan experiencias privatizadoras. “Nosotros no estamos defendiendo el estatus quo. No queremos empresas deficitarias donde no se atiende oportunamente los usuarios y donde no se respetan los derechos de los trabajadores. Nosotros buscamos un nuevo modelo de gestión participativa en el que existan representantes de los trabajadores y de los usuarios en los directorios de las empresas de agua. Que el manejo esté en manos públicas, pero que esté a cargo de especialistas honestos. Las empresas de agua se han convertido en botines políticos o en caja chica que financia las campañas electorales”, concluye indignado Isarra. Se decía que las guerras del futuro iban a ser hídricas. Estás ya han empezado y no nos terminamos de dar cuenta. ¿De qué se tratan, finalmente, las convulsiones sociales en Conga y Espinar? Agua que has de regar (en el Perú) No es que en el Perú falte agua por el momento, sino que vivimos en una paradoja hídrica. En los lugares donde abunda, vive poca gente, y las áreas más pobladas carecen de fuentes de agua. Con su discurrir caudaloso en ríos cargados, el agua nos ha mandado señales equivocadas, porque puede agotarse de manera irreversible. Como no se puede generar más agua de la que ya existe, el tema es administrarla bien y cuidarla. Parece sencillo, pero no lo es. Según Ignacio Cancino, ex director de Aquafondo, hay dos alternativas: o se gestiona la oferta o se gestiona la demanda. Lo primero consiste en maximizar las distintas posibilidades que existen a partir de las fuentes de agua. Es decir: trasvasarla, hacer represas o construir hidroeléctricas. Lo segundo es implementar medidas pararepartirla mejor. (En el país se ha priorizado la gestión de la oferta y es lo que nos ha llevado a la situación actual). La zona en la que tenemos abundancia de agua es la Amazonia, que es la de menos densidad poblacional. En la costa, donde se concentra la población, el agua es escasa. Desde una perspectiva de gestión de la oferta se debería trasvasar el agua para los lugares que lo requieran, y aprovechar su potencial construyendo hidroeléctricas que no solo nos proporcionen vasta energía (para nosotros y nuestros vecinos), sino también ingentes ingresos a partir de la importación de electricidad. Pero estas obras de infraestructura son monumentales y complejas. Además de su enorme costo económico, tienen un gran impacto ecológico. La construcción de represas está siendo cuestionada en todo el mundo por ecologistas y especialistas, que sostienen que sus costos pesan más que sus beneficios: “Cuando construyes una represa, construyes un gran espejo de agua y ese reflejo genera calentamiento. Esa sopa aumenta la temperatura ambiental y el agua estancada produce un proceso de descomposición de la materia que genera metano. De esta manera contribuyes al calentamiento global en un espacio que es vital para el mundo en general”, sostiene Cancino. Igual de perjudicial es su impacto social. La construcción de cada represa implica remover a cientos de personas de sus lugares de origen. Advierte Laureano Castillo, de Cepes: “Hacer una represa supone sacar a la gente y a la agricultura que está ahí. Gallito Ciego y cuanta represa quieran hacer implica botar gente para ubicarla no se sabe dónde.” No existe ningún producto que fructifique sin agua. Ni el cactus más triste ni el más moderno transgénico. En la costa se encuentran las mejores tierras y el interés de los gobiernos siempre ha estado puesto ahí. Pero en la costa no llueve y solo puede realizarse la agricultura de riego. Sin embargo, persistir en el riego por inundación, al menos de la forma en que se está realizando hasta ahora, es agro-suicida. Se calcula que el estrés hídrico va a estallar dentro de 20 años, pero ya regiones como Ica y Tacna lo vienen sintiendo. Estas señales no parecen ser leídas por el Estado quien se sigue concentrando en las grandes obras de irrigación. El caso de Olmos, en donde se entrega al Grupo Gloria casi la totalidad de agua de ese proyecto, evidencia que el actual gobierno persiste en el mismo camino que sus antecesores, y lejos de sacar lección profundiza un modelo devastador, dejando el concepto de soberanía alimentaria en la más pura abstracción. Se sigue privilegiando la agricultura de exportación en beneficio de los grandes inversionistas. Témpora Pintado, una piurana con nombre bolañesco, afirma que los reservorios de Paita y San Lorenzo están vacíos, mientras que los de las empresas agroindustriales se rebalsan. Ella acusa a las juntas de regantes que manejan la distribución del agua: “Los presidentes de las juntas se dedican a ver dónde hay dinero y a esos les dan el agua, sin priorizar a los pequeños agricultores”. La entidad encargada de fiscalizar y regular el uso del agua es la Autoridad Autónoma del Agua (ANA). Esta institución se creó en el año 2008 para darle una mejor regulación a este recurso. Aunque la idea es buena y existen funcionarios competentes, el esfuerzo no se traduce en frutos, ya que no se le ha provisto de los recursos económicos y humanos necesarios para una tarea de esa magnitud. La ANA no tiene capacidad suficiente para cumplir todas sus funciones. Ni siquiera puede proveer de estadísticas confiables al Estado. Tampoco pueden fiscalizar si se cumple con la prohibición de usar agua subterránea y abrir más pozos en determinados lugares. Como en Ica, que no pueden fiscalizar cuantos pozos hay y si los pozos siguen cerrados. Uno de los principales cuestionamientos a este organismo es que está subordinado al Ministerio de Agricultura, en un contexto en que se cuestiona el monopolio que la agricultura tiene del agua. Lo ideal sería que fuese un organismo autónomo - lejos de las presiones del Consejo de Ministros - pero para ello debería hacerse una reforma en la Constitución. Lo más viable, entonces, es que pase al Ministerio del Ambiente. (Sin embargo, esta medida parece estar años luz de las intenciones del Ejecutivo. El nuevo paquete económico, más bien, apunta a debilitar aún más a este ministerio.) En este periodo la ANA ha tenido una actividad intermitente. Ha sido cuestionada en muchos lugares por beneficiar con sus informes los proyectos extractivos, y perseguir de manera implacable a los pequeños productores y sus pozos caleta. Pero también ha tenido informes lapidadores contra Yanacocha por temas de calidad de agua. Agua sí, oro no En el país, el agua es una de las causas constante de conflictos sociales. Se decía que las guerras del futuro iban a ser hídricas. Estás ya han empezado y no nos terminamos de dar cuenta. ¿De qué se tratan, finalmente, las convulsiones sociales en Conga y Espinar? Es que existe una gran preocupación por el cuidado de las fuentes de agua, que no viene precisamente de las instituciones del Estado, sino de las poblaciones y movimientos que defienden sus aguas de la contaminación producida por las empresas extractivas. En provincias hay organizaciones que se forman para protegerlas. En la Amazonía el 60% de la población no tiene agua potable ni desagüe. El Gobierno le acaba de prometer a los indígenas de la cuenca del Pastaza - río contaminado por los sucesivos derrames de la empresa Plus Petrol - que instalará 65 plantas portátiles potabilizadoras para solucionar a mediano plazo el problema del agua contaminada. Por supuesto que el anuncio no convenció a los comuneros cuyo derecho humano ha sido vulnerado desde hace años. En Loreto, por ejemplo, funciona el Comité de Defensa del Agua, liderado por Elizabeth Lozano, quien manifiesta que en el Alto Nanay, el río que abastece de agua a 500 mil personas en Iquitos, ubicado entre dos reservas nacionales y una regional, se han otorgado concesiones petroleras( lotes 123 y 129) a la empresa Gran Tierra Energy. “Toda esta zona es muy frágil y los terrenos son arenosos”, precisa. Nadie se libra. En el sur del país, las reservas de agua de Espinar son amenazadas por la empresa Glencor Strata y el proyecto Majes-Sihuas II. En el 2012 la autoridad local del agua le dio permiso de uso a la empresa sin haber hecho el estudio de balance hídrico de los ríos Cañipía y Salado, mientras ante los ojos de los campesinos las aguas de los ríos iban cambiando de color por la presencia de metales y, por si eso fuera poco, los animales se morían. “Pero no es solo la minería que toca nuestra agua. Ahora el río Apurímac también peligra por el segundo tramo de la irrigación en Arequipa y por la construcción de la represa de Angostura”, manifiesta Sergio Sullca, asesor municipal de esa provincia. Los arequipeños también tienen sus propios encharcados, como manifiesta Pepe Julio Gutiérrez, un dirigente crítico al proyecto minero Tía María, una mina de tajo abierto que ha contaminado las aguas del río Tambo con arsénico y boro. Siguiendo la corriente en boga, los agricultores tambinos demandan la construcción de una represa, pero el gobierno regional de Moquegua se opone porque afectaría su territorio. Gutiérrez afirma que esto no ocurre cuando son las empresas las que demandan: “Southern ha construido las represas de Chirimayuni y Umalzo, esta última sin un estudio de impacto ambiental ,y no hay problema. Anglo American Quellaveco recibe permiso para trasvasar el río Asana, el único afluente no contaminado en el Tambo, y no pasa nada.” El agua que se destina a la minería no es una bicoca como se cree. Según un estudio hídrico realizado en el 2007 por el gobierno regional de Tacna, en Locumba el uso que hace la minería del agua es del 35.3%. Pero si les sirve de consuelo a los agricultores sureños, en la microcuenca de Río Grande en Cajamarca, la minería utiliza el 100% del agua. Según un informe del Banco de las Américas, entre 1993 y el 2004, Yanacocha consumió 125 millones de metros cúbicos de agua. Para las compañías mineras, éste es un servicio casi regalado porque para sacar agua subterránea o superficial pagan 0.09 y 0.27 centavos de sol por metro cúbico. Además, el Estado no mide el agua que consumen. Es la empresa la que debe hacer una declaración jurada estimando cuánta usa. Una especie de contrato entre “ángeles de buena fe”. Las jalcas del centro y sur de Cajamarca son ecosistemas frágiles, como se denominan en la Ley de Recursos Hídricos. El corazón hídrico, le llaman otros. Zonas de lagunas y bofedales donde se concentran los principales proyectos mineros además de Yanacocha: Goldfild, La Zanja, Tantahuatay, Galeno y Michikillay. César Aliaga, vice presidente del gobierno regional sostiene: “Es cierto que tienen estudios de impacto ambiental aprobados, pero éstos no miden el efecto acumulado que la presión de los megaproyectos puede ejercer sobre este corazón hídrico”. La de Conga es una auténtica lucha por el agua, y cuestiona la normativa legal. ¿Las leyes responden a la idea de la justicia hídrica? Gotitas Afrontar la crisis hídrica demanda acciones urgentes. El agua que discurre de nuestro caño diariamente es, en realidad, una ilusión óptica. Como hemos visto, no se trata de un recurso infinito, pero tampoco se acabará de golpe, así que los beneficios de las medidas que tomemos ahora podremos sentirlas luego de 20 años. Fuera de cualquier cálculo electoral, ¿cómo nos estamos preparando para afrontarla? En su discurso del 28 de julio de 2012 el presidente Ollanta Humala propuso una reforma constitucional para reconocer el derecho al agua. Han pasado dos años y han habido algunas novedades en relación al tema hídrico. Ninguna relacionada a la propuesta de Humala. Todo lo contrario. En los tres años que lleva de gobierno, sus promesas de campaña respecto a la prevalencia del agua se escurrieron. Se ha continuado con un modelo que privilegia los grandes proyectos de irrigación, y que abandona la inversión pública en obras destinadas a mejorar el consumo masivo. Ahora que el calentamiento global nos explota en la cara sentimos lo evidente: el agua que tenemos no nos va a alcanzar. De lo último que moriremos será de hidropesía. 

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La Economía Verde se llama Poder Corporativo

Estamos asistiendo a una profundización demencial del paradigma capitalista y de su ámbito de dominio que ha desplazado sin pena ni pestañeo el concepto de sustentabilidad para usarlo en el campo de las finanzas, disfrazando su afán de lucro con el argumento de incorporar las externalidades ambientales. Argumentos para justificar una angurria fuera de toda proporción: casi todo lo que existe en el mundo cumple un servicio y es una mercancía, todo será considerado una inversión, todo cuenta como dinero. El próximo paso será conquistar nuestra imaginación. Un documento denominado “Declaración del Capital Natural (Un compromiso del sector financiero para Río+20 y más allá)”, promovido por las Naciones Unidas mediante la Iniciativa Financiera del Programa para el Medio Ambiente, la Fundación Getulio Vargas de Itamaratí del Brasil y el Global Canopy Programe en el Foro Corporativo por la Sustentabilidad, ha empezado a ser visible en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Río+20 en paralelo a los documentos emanados de la negociación y proponiendo una declaración que debe ser firmada por las instituciones financieras internacionales y las corporaciones. El documento, fruto de 18 meses de preparación del sector financiero, compromete a los signatarios a cuidar los recursos naturales, en particular el agua, y aunque está presentado como una iniciativa sustentable, acompaña al lobby que lastransnacionales han estado haciendo en las negociaciones dando cuenta de una de las certezas que tenemos, pero que aún es poco visible en los debates entre los países: la ONU está en manos del gran capital corporativo y financiero. Los debates y negociaciones que allí se desarrollan se encuentran en su cancha. La declaración propuesta señala la ruta de los nuevos consensos que se están desarrollando entre los representantes del capital financiero, y dice textualmente en su encabezado que se propone crear un “compromiso de la comunidad financiera (que parece sustituir ahora a la ‘comunidad internacional’) a reconocer y reafirmar la importancia del capital natural en el mantenimiento de una economía global sostenible” (ahora es explícito que es la economía y no el medio ambiente la que debe ser sostenible). Y no es casual: las 100 economías más grandes del mundo son hoy corporacionestransnacionales, no tienen banderas (sí, logos, slogans y mensajes de propaganda), no son democráticas (tienen dueño, directorio y funcionarios), no consultan a nadie para acomodarse hasta donde les alcancen las piernas, y si pueden les sacan dinero a los países del Sur y a los pueblos del Norte para consolidarse o seguir acumulando capital (son dueñas del dinero, de los bancos, de las tierras, de la justicia, de la tecnología, de las maquinarias; tienen acuerdos de libre comercio a su favor, reglas de protección de inversiones y tribunales a su medida). Según información proporcionada por el TNI y el Grupo ETC, 10 de las corporaciones más ricas son de energía; al menos 10 corporaciones más fuertes están vinculadas a la producción de alimentos y el comercio del agua, y concentran millones de hectáreas en el Sur global; otras tantas tienen el monopolio de las patentes y otras, muy fuertes y poderosas, están obsesionadas con la geoingeniería. Todas ellas presentes en el entorno de las Conferencias de la ONU para asegurar su situación de poder y conceder lo menos posible a la creación de mecanismos efectivos que se orienten a salir de la crisis. Paralelos con la Cumbre del 92 Cuando, en 1992, se hizo la Declaración de Río y se estableció la Agenda 21, la finalidad era enfrentar la ya entonces preocupante devastación ambiental, las inequidades sociales y la pobreza. La ingenuidad de los pueblos y la maquinaria montada para marearlos nos hizo creer que la fórmula mágica del “desarrollo sostenible” combinando “economía, sociedad y medio ambiente” —bajo la directriz de “consumir lo suficiente para satisfacer las necesidades del presente, sin comprometer las necesidades de las generaciones del futuro”—, sería suficiente para resolver los problemas planteados. En paralelo, arrancaba el Consenso de Washington concebido pocos años antes (a finales de los 80) y ya estaba en pleno apogeo la multiplicación de las instituciones, leyes, acuerdos, mecanismos financieros, sistemas de condicionalidades e ideologías —que no podían faltar— para aprovechar de esta narrativa y asegurarse de que la fórmula “sin inversión privada no hay desarrollo” les permitiera tener todas las facilidades para lucrar a costa de la destrucción planetaria y la violación de los derechos humanos. Por tanto, el “desarrollo sostenible” sobre el que se sigue insistiendo tenía ya varias debilidades de fondo: desde concebir una noción de crecimiento económico sin límites ni conciencia de la interdependencia entre especies y con los ecosistemas, ignorar las fuerzas del mercado y el proceso de liberalización de la economía, hasta pensar ingenuamente que las palabras son suficientes y no es preciso atacar las causas estructurales del sistema. Hoy estamos en una situación algo similar, sólo que aún más grave, porque la crisis ecológica y financiera —que ellos mismos han provocado— opera como un fuerte justificativo para avalar una nueva maquinaria denominada “economía verde” (o como quiera llamarse) que pretende incorporar a la naturaleza en la fórmula para asegurar, esta vez, la “sostenibilidad de la economía global”. Por tanto, el “desarrollo sostenible” sobre el que se sigue insistiendo tenía ya varias debilidades de fondo: desde concebir una noción de crecimiento económico sin límites, hasta pensar ingenuamente que las palabras son suficientes y no es preciso atacar las causas estructurales del sistema. Un sistema de lucro inédito Según han manifestado los impulsores de esta declaración que incluye a los “buenos” de la película porque accedieron a hablar del medio ambiente y sustentabilidad —uno de los signatarios es la Coca Cola Company—, se pretende “hacer entender que ‘activos’ como el agua, el aire, el suelo y los bosques son un ‘capital fundamental’ y advertir cómo esos recursos afectan los negocios de las empresas”… “De la misma forma que un inversionista quiere preservar su patrimonio y vivir de la ganancia que le genera, el desafío es ahora no depredar recursos naturales para obtener un beneficio…”. Entonces, hablar hoy de sostenibilidad podría equivaler a hablar de factibilidad o rentabilidad. Da lo mismo. Podríamos hasta decir que el mundo es 80% factible y rentable si se invierte en servicios ambientales de los bosques o las abejas, y 20% factible si no se invierte en ellas. Podríamos hablar de los intereses y ganancias que se estarían perdiendo si no se cuantifica y declara el servicio que proporcionan nuestras montañas y paisajes cuanto antes. Podríamos imaginarnos que en cualquier rato nos querrán demandar ante una corte si no cuidamos la belleza escénica de algún paraje en nuestro territorio. Estamos asistiendo a una profundización demencial del paradigma capitalista y de su ámbito de dominio que ha desplazado sin pena ni pestañeo el concepto de sustentabilidad para usarlo en el campo de las finanzas, disfrazando su afán de lucro con el argumento de incorporar las externalidades ambientales. Argumentos para justificar una angurria fuera de toda proporción: casi todo lo que existe en el mundo cumple un servicio y es una mercancía, todo será considerado una inversión, todo cuenta como dinero. El próximo paso será conquistar nuestra imaginación. Las negociaciones y la vida real Algunos países en el G-77 se han propuesto redefinir la economía verde y salvarla de un enfoque mercantilista. Brasil ha lanzado un documento de propuesta de declaración que permanece anclado en el concepto de “crecimiento económico sostenido” y que hace muchas concesiones a este nuevo modelo, dejando atrás acuerdos que podrían ser sustanciales en regular a lascorporaciones y limitar a los países desarrollados para recuperar las proporciones que exige el pago de la deuda ecológica e histórica; algunas corrientes de activistas se han concentrado en rechazarla y demonizarla para que las Cumbres y las negociaciones concluyan con un rotundo “no” a la economía verde. Pero la vida real está diseñada ya para que una vez terminada la semana de debates, negociaciones y reuniones paralelas, tanto la cooperación para el desarrollo, la cooperación no gubernamental, los gobiernos nacionales y los locales, los bancos, los mercados financieros, lascorporaciones y las empresas, los países y las comunidades ingresen de uno u otro modo en los escenarios preparados con oculta paciencia con el fuerte argumento de “salvar a la Madre Tierra” de la destrucción. La tan mentada Madre Tierra ahora ya tiene un lugar en el lenguaje del documento presentado por Brasil, que reconoce que podría ser un sujeto de derechos, lo que es un gran avance pero no necesariamente significa que se los va a respetar. Aunque se aprobara, no sería suficiente para parar a las transnacionales y el extractivismo base de muchas economías en el mundo y que en el documento se reconoce como un motor para el desarrollo y la lucha contra la pobreza. Ni siquiera en Bolivia o Ecuador, donde existen articulados constitucionales y leyes al respecto, han sido respetados, y allí se persiste en la explotación minera e hidrocarburífera a costa de la Madre Tierra y la salud de las personas. Ni qué decir de los países desarrollados, donde la explotación minera, la energía nuclear o la explotación del carbón amenazan sus ecosistemas y la salud de la gente, como es el caso de las comunidades del valle de Ohio que viven la devastación y el envenenamiento por esta industria. Estados Unidos, por ejemplo (con razón no quiere firmar el Protocolo de Kyoto), depende en un 49% de la salvaje explotación del carbón para su energía, uno de los sistemas más contaminantes y destructivos del medio ambiente y la salud. Visibilizar la amenaza, identificar los escenarios y confiar en nuestras fuerzas Así como están las cosas, sería quizá pertinente distinguir algunas estrategias de resistencia sabiendo que las negociaciones y los debates en Naciones Unidas son apenas uno de los escenarios de esta problemática global, el más desgastado y ahora cooptado por el interés transnacional y la ideología del desarrollismo, que se está convirtiendo peligrosamente en un lugar de palabras repetidas y vaciadas de contenido con altavoz. Una retórica difícil de asir y sobre todo de controlar desde la sociedad civil; sus resultados, cualquiera que fueran, serán pasibles de ser atrapados por el sistema de lucro. Un otro escenario —mucho más relevante— es el de la economía, que nos lleva a considerar seriamente el poder de las corporaciones con sus negocios y sus reglas en todas partes, un terreno muy concreto de acción que debe recoger la experiencia de innumerables luchas exitosas en parar el poder corporativo y que está llevando a resistir la explotación minera, la mercantilización del agua, de la salud, de la vida; al mismo tiempo, este escenario incluye las economías no visibles que funcionan y dan vida a formas solidarias de organización social y que pocas veces son reivindicadas como caminos posibles para la restauración y resignificación de la economía y del tejido social. Un tercer ámbito es el de los imaginarios, el de las subjetividades, la cultura y, por tanto, uno de los más importantes, porque acompañan los hábitos sociales y pueden ser engranajes de una vida o de consumo o de cuidado, de violencia o de solidaridad, de dominio y sumisión o de democracia y participación. En este terreno, la construcción de relaciones equitativas entre géneros, entre etnicidades, generaciones y otras diversas, podría contribuir sustancialmente a una relación más armónica con la naturaleza, o, al menos, preparar la subjetividad para ello. Los intereses que están detrás de la economía verde no son algo etéreo; y no porque no se los explicite dejarán de existir en su esencia. La economía verde es el nuevo ropaje del podercorporativo, lleva su nombre inscrito con sangre de los pueblos en la frente, y es allí donde la resistencia al nuevo modelo será más eficaz. No en los foros ni declaraciones, no en el resultado de la negociación, ni en los discursos de resistencia abstracta, sino en la defensa de los territorios, del agua, de las semillas, de los servicios públicos, de la vida, de la economía solidaria, del reconocimiento al trabajo impago de las mujeres, en la resistencia a la minería extractivista e irresponsable, a las plantas nucleares, al lucro de las empresas con la energía y el agua, en defensa de los pueblos en el día a día. La economía verde viene con nombre y apellido: se llama Poder Transnacional, y nos hemos mirado frente a frente: Los hemos frenado algunas veces, les hemos obligado a retirarse. La indignación y la conciencia sobre el daño que causan existen y son inmensas en el mundo. Es allí donde vamos a permanecer, pues nosotros y nosotras, que no queremos convertirnos en sofisticados profetas del desastre, nos otorgamos el derecho también a redefinir la sustentabilidad como la tarea de resistir el modelo creando las bases de la justicia, la equidad y la cultura del cuidado y la restauración, sentando bases éticas, principios de coherencia y ejemplos de consecuencia capaces de sembrar esperanza para nuestros hijos e hijas en el futuro

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martes, 8 de julio de 2014

¿Comer pescado es tan saludable?

¿Comer pescado es tan saludable? 06/03/14 Por Esther Vivas Nos dicen que comer pescado es de lo mejor. Nos aporta ácido graso omega 3, vitaminas B, calcio, yodo... Sin embargo, ¿comer pescado es tan saludable? ¿Seguro que es beneficioso para nosotros y el medio ambiente? ¿Qué efectos tiene en los fondos y especies marinas? ¿Y en las comunidades locales? ¿Quién sale ganando con su creciente demanda? Aguas turbias se mueven en las bambalinas de la industria pesquera. El consumo de pescado va a más. Su producción mundial batió un nuevo récord en 2013 alcanzando los 160 millones de toneladas, con la pesca de captura y la de piscifactorías, frente a los 157 millones del año anterior, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Una tendencia que se sustenta en una sólida demanda en los mercados internacionales y en un aumento de la misma en Asia Oriental y el sudeste asiático, especialmente en China. En Europa, el Estado español es uno de los mayores consumidores, con una media de 26,8 kilos de pescado por persona y año, según datos de Mercasa de 2011, a pesar del descenso que su consumo ha sufrido en los últimos tiempos debido a la crisis. Una demanda creciente que se ha visto satisfecha por la expansión de la acuicultura intensiva, o lo que sería lo mismo "granjas de pescado" o piscifactorías. Calco y copia del modelo de ganadería industrial, aplicado en esta ocasión a la pesca. Hoy, uno de cada dos peces que comemos procede de dicha producción. Se trata de un modelo en auge que, se calcula, en el 2030 suministrará casi dos tercios de todo el pescado consumido en el mundo, según el informe La pesca hasta 2030: Perspectivas de la pesca y la acuicultura del Banco Mundial y la FAO. Sin embargo, el negativo impacto social y medioambiental de este modelo, desde su instalación al "cultivo" y procesado de los peces, es la otra cara de la moneda. Pez come pez La lógica del capital impacta de pleno en su producción. Se crían las especies de alto valor económico, las más demandadas para el consumo. En Noruega, el salmón; en el Estado español, la dorada, la lubina, la trucha, el atún. La mayoría, peces carnívoros: pescado que a su vez necesita de otro para su engorde. El periodista Paul Greenberg, en su obra 'Cuatro peces. El futuro de los últimos alimentos salvajes', lo dejaba claro: para producir 1 kilo de salmón se necesitan 3 kilos de otras especies de pescado y para 1 kilo de atún, nada más y nada menos, que 20 kilos. Lo que genera una mayor sobreexplotación de los recursos pesqueros. Unos bienes, a menudo, sustraídos de las costas de países del Sur, mermando así bienes imprescindibles para su alimentación. El resultado es un producto de lujo a merced de los bolsillos que lo pueden costear y consumir. Los tratamientos que se aplican en las piscifactorías para combatir las enfermedades infecciosas de los peces son otro factor de riesgo para la salud medioambiental y el consumo humano. Un ejemplo son los baños de formol, con una función antiparasitaria, y el subministro preventivo de antibióticos, que se acumulan en los órganos internos del animal, y su uso sistemático facilita la aparición de patógenos resistentes. Las condiciones en las que se encuentran los peces no ayuda. El hacinamiento en piscinas y jaulas está al orden del día y permite fácilmente la propagación de enfermedades por fricciones, estrés o canibalismo. Su impacto en el territorio y las comunidades es, también, importante. Las mismas instalaciones, grandes superficies de piscinas, compiten con el uso de dicho terreno por parte de la población local, ya sea para el cultivo, el pastoreo. Las aguas de estos emplazamientos, con altas dosis de productos químicos y sustancias tóxicas, contaminan los suelos y el entorno acuático, y la introducción de especies exóticas y la fuga de ejemplares afecta a las especies nativas. De la costa a mar adentro La pesca de captura a gran escala, por su parte, desde la costa hasta las aguas más profundas, tiene asimismo consecuencias muy negativas tanto para los propios recursos pesqueros como para el medio ambiente. En el Mediterráneo, el 92% de las poblaciones de peces están sobreexplotadas, el 63% en el Atlántico, según datos de Ecologistas en Acción. Varias especies marinas se ven amenazadas y en peligro de extinción. La sobrepesca ha sido la práctica dominante y su consecuencia: la disminución de peces en el mar. A parte, la contaminación del agua incide en dichos animales. La presencia de mercurio en los peces es la más conocida y amenaza el ecosistema y nuestra salud, al tratarse de una sustancia tóxica que afecta al cerebro y al sistema nervioso. Según Ecologistas en Acción, el pescado contiene cada vez más mercurio. En 2013, en la Unión Europea se notificaron 96 casos de pescado contaminado, frente a los 68 del año anterior. La organización ecologista denuncia que los límites de mercurio permitidos por la Unión Europea no son suficientes, porque no tienen en cuenta ni el consumo medio ni las características corporales del consumidor. Los máximos permitidos por la FAO y la Organización Mundial de la Salud, en cambio, son más restrictivos. Nuestra salud, en juego. El medio ambiente se ve también perjudicado, especialmente por técnicas como la pesca de arrastre, que a través del uso de redes que barren el suelo del mar, destruye los fondos marinos, acaba con hábitats naturales como arrecifes de coral y captura, más allá de los peces objetivo, ejemplares inmaduros y pescados no deseados que acaban siendo descartados, y lanzados de nuevo, muertos o casi muertos, al agua. En la pesca de arrastre de cigala en el Mar del Norte, por ejemplo, se estima, según datos de Ecologistas en Acción, que las capturas no deseadas y descartadas alcanzan el 98% del total. Una práctica que igualmente se da en otros modelos de pesca en teoría más selectivos como la del palangre, con miles de anzuelos con cebos que cuelgan de líneas que pueden medir metros o kilómetros. En el Mar Adriático, los descartes de dicho modelo de pesca pueden llegar hasta el 50% de la captura. La pesca industrial con grandes embarcaciones aumenta el riesgo de contaminación a causa de derrames de petróleo y combustible. El agua, parece, lo engulle todo. Sin embargo, la vida en el mar se agota. Otro impacto de la pesca industrial se da en tierra firme, en las comunidades. La tan magnífica como dura película de Hubert Sauper 'La pesadilla de Darwin' lo muestra con toda crudeza. La vida de 25 millones de personas alrededor del Lago Victoria, más de la mitad en situación de desnutrición, recogen las migajas de la boyante industria de procesado y comercialización de perca del Nilo destinada al mercado extranjero. Se trata de la cara oculta, y más dramática, de lo que aquí en la pescadería o el supermercado nos dicen es "filete de mero", y que compramos a un módico precio. Cada día, según la campaña No te comas el mundo, dos millones de personas en Occidente consumen perca del Nilo. Lo que equivaldría a satisfacer las necesidades de proteína de 1/3 parte de la población desnutrida de alrededor del Lago Victoria. En pocas manos Unas pocas empresas empresas se reparten el jugoso pastel de la pesca industrial. Se trata de grandes compañías que compran a otras de pequeñas con el objetivo de ejercer un mayor control de la industria integrando cría, procesado y comercialización. Actualmente, por poner un caso, cuatro empresas controlan más del 80% de la producción mundial de salmón: la noruega-holandesa Nutreco es la número uno, seguida de las también noruegas Cermaq, Fjord Seafood y Domstein que, tras fusionarse en 2002, ocupan la segunda posición. Otras grandes compañías como Pescanova, de origen gallego, optan por la compra de cuotas invirtiendo en producción de salmón en Chile, tilapia en Brasil, rodaballo en Portugal, camarón en Nicaragua, etc. Sin embargo, del éxito a la bancarrota: hoy Pescanova se encuentra en la cuerda floja, acuciada por las deudas y a merced de la banca. Un modelo industrial que acaba con la pesca artesanal y a pequeña escala, que no puede sobrevivir en un sistema pensado por y para la pesca intensiva y a gran escala. Llegados a este punto, volvemos a preguntar: ¿Comer pescado es tan saludable para nosotros y el medio ambiente? Saquen conclusiones.

 Ecoportal.net *Artículo en Público.es http://blogs.publico.es/